mientras el segundero se arrastra...
Avergonzada
de mi misma, como si fuera un engendro. Cara dulce que oculta mi infierno interior,
algunos dicen que transmito paz mientras ardo por dentro.
Creo
que no necesito morir para pagar todos mis pecados, quizás estoy viviendo el
Karma de otra vida donde fui un ser horrible. Pero lejos de victimismos o
dramatismos, lo acepto y sé que no hay vuelta atrás.
Cuando
la gente dice que he tenido una infancia muy dura… siento que exagero al contar
mi historia. Trato de engañarme a mi misma y alejar esa imagen de victima de mi
cabeza, porque en el fondo siempre esta esa sensación de que me pasa por algo;
me lo merezco de algún modo.
No sé
si me identifico con el perfil de niña maltratada, quizás mucho más que con el perfil
de mujer maltratada. Pero también sufrí abuso en mi edad escolar y en el instituto.
Vamos que me ha tocado un poco de todo, demasiado drama para una mente tan
joven. A los 15 mi mente era capaz de entender a la de un cocainómano de
cuarenta, a una depresiva de 50… no había nada que me asustara del todo. Solo
mama y volver a casa, eso me daba pavor.
Siempre
la vergüenza, repasar lo que he dicho en voz alta, como me he comportado, si
mis intervenciones han sido muy largas o muy cortas… miles de años analizándome
como bajo un microscopio. En mi cabeza repitiendo imágenes de conversaciones
pasadas, tratando de buscar cada uno de mis defectos. Eso me pasaba ya en la
primaria, mirando el techo de mi cuarto.
Siempre
me vi fea, me creía tonta, incapaz, mala para la plástica, no muy buena para la
gimnasia… ahora diría que soy buena en casi todas esas cosas. Tenía un complejo
enorme, mucho más que ahora…y era tan pequeña. Pero que mama estuviera
obsesionada con cebarme con la comida, mis gafas de pasta y mi coleta y diadema
(puto invento de mama que odiaba), me hacían sentirme la niña mas fea del
mundo. Ya podía decir mama que era guapísima, aunque nunca sería tan guapa y
esbelta como ella… los hombres se giraban a su paso, decía. Yo mientras cebada
y sintiéndome una vaca de cuatro ojos… una autoestima que nunca creció, nunca existió
o es que la mataron muy pronto.
Me sentía
un cero a la izquierda, el patito feo pero nunca creí que me convertiría en
cisne. Ahora me da igual parecer guapa, malgaste los mejores años en dos
relaciones de mierda mientras huía de cualquier hombre medio normal interesado
en mi, aunque no se si hubo muchos normales nunca… Y heme aquí, trastornada,
que el exterior no sana lo que hay dentro… que la autoestima no ha crecido
demasiado; es más ego y soberbia a causa de los palos que otra cosa.
Ahora
siento que estoy empezando a andar, como una cría. Todo eso de la autoestima y
de defenderse cuando te hacen daño, sin justificaciones, solo por el hecho de
que te están jodiendo. Todo eso muy nuevo, y aun me cuesta ver que es sano
hacer eso. Me cuesta no sentir culpa o verme como un ser egoísta.
Entre
eso y que la ansiedad me hace traspirar ironía a cada segundo y el sarcasmo me
sale por los poros de la piel… estoy en fase “zorra peligrosa” con lengua de arpía.
No me toques que te piso… y así. Muy a la defensiva, como un animalito
acorralado. Como no podía defenderme cuando era niña… ahora sale todo ese odio
contenido en forma de gritos y reproches que tratan de enseñar una pizca de
moralidad y vergüenza al que me humillo mientras yo le permitía… Que ilusa soy,
como mato mis pocas energías en algo ya perdido. Le quiero quitar culpa y luego
se la echo encima como un montón de estiércol, y me siento una basura por
callar y por hablar, por irme y por estar…
Me
cuesta la vida respirar cada día, me cuesta un mundo avanzar o algo… no me mato
porque no sabría, me da miedo… y vivo como el que solo mira las manecillas del
reloj. Como cuando era pequeña y esperaba las 5 para ver los dibujos, veía el
segundero... tic, tac… paciente, en silencio para que mama no me castigara.
Para poder ver algo de felicidad… evasión y alegría. Tic, tac… segundero,
lento, que pesa, se arrastra… tic, tac
Comentarios
Publicar un comentario