2004

Corría el año 2004, acabando el instituto y mayor de edad. Ese año papá me ayudaba a pagar un estudio solo para mí mientras acaba las clases. Le suplique tanto, y hasta llorando, por un espacio “solo para mi “que accedió.
Andaba yo sufriendo por sacarme los estudios, entre noches de insomnio, ausencias a algunas clases y tratando de entender la maldita bioquímica y la física cuántica. Los ánimos del orientador de secundaria me “ayudaron” a elegir la opción mas “hueso”; me costaría pero podría, eso apuntaban los test de inteligencia, etc. No contaban con el puto TLP que yo desconocía pero sabia esconder bien en las preguntas tipo, ¿te deprimes? ¿Estas triste? ¿Piensas en el suicidio? Nunca o rara vez eran las respuestas marcadas siempre, como si me supiera de memoria que marcar otra cosa me condenaría a ser aun más rara, más loca… mas yo.
Y mientras tenía mi batalla personal con las ciencias, mi mente libraba otra batalla restándome horas de sueño y de cordura.
Ese año, un compañero de clase respondió a mi pregunta: ¿Cómo soy?
-Contigo nunca se sabe, puedes contestar de cualquier modo bueno o malo. Eres completamente imprevisible… Eso a veces raya y asusta y es mejor no decirte nada… (Joder, y yo sin ser capaz de ver como describía claramente un rasgo de trastornada, puto TLP). Esas palabras nunca, nunca se borrarían de mi mente. Grabadas a fuego, pensamiento recurrente cada vez que la cago con mi bocota.
Llego también la pena por todo, sentirme culpable hasta por respirar y que cualquier spot televisivo me hiciera recordar a papá, por ejemplo, y yo llorando mientras le llamaba en soledad… y esa puta idea de querer salvar al mundo. Charlas con indigentes que me hacían sentir tan poco fuera de lugar, tan cómoda, tan libre. Hasta curiosa ante ese tipo de existencia, claramente dura, ¿pero que te contare yo sobre la crudeza de la vida?
La obsesión por mi imagen, la ropa y los complementos se apodero de mi cabeza. Observaba a mí alrededor en la calle, en clase, en el transporte público, en la tele… buscaba mis nuevos rasgos de identidad. Ya era mayor, debería empezar a parecer más mujer, más adulta. Eso decía mi pareja en esos días… imbécil!
Compraba ropa de colores queriendo arreglar mi mundo, empezó a importarme parecer guapa además de esbelta. Y yo ahí asqueada con mis muslos, siempre… odio y asco al verlos.
Las rutinas se perdían entre porros, juegos online, películas y sexo con mi pareja de entonces. Peleas y gritos siempre me acompañaron.
El mundo me había ido apartando mientras yo me aislaba, en los últimos años dejo de sonar el teléfono. Amigos cansados de llamar y no obtener respuesta, y la puta frase estándar que adopte como mía: “a ver si nos vemos”…; y mientras se quedaba en eso, en meras palabras. Mi mundo iba desapareciendo, y yo con él. Perdí todo, hasta el rumbo yendo de la mano de un ser aun mas perdido e inmaduro que yo misma.  Y todo rompió, me hundí como ahora, y mi cuerpo iba desapareciendo, entre alcohol, porros y bajas medicas por depresión. Dos visitas al psiquiatra infructuosas, ansiolíticos para dormir durante unas semanas, eso fue todo. Abandono de nuevo, y me lance al primer salvador que vino. Tras dos breves intentos fallidos, me lance a este con los ojos cerrados y las piernas abiertas. Aun sin drenar mi dolor, me veía en los brazos de otro que reclamaba sexo pero no amor. Escudos y excusas de ambos que crearon el entorno perfecto para vivir y crecer como pareja en la dependencia emocional más insana nunca vista.
Ahora sola, de nuevo, quizás aun dependiente. Es tan fácil que me enganche… pero estoy escarmentando y veo como el TLP ha hecho de mí un títere sin cabeza, con el corazón alterado.
Dejándome arrastrar durante años, como el que atan a un caballo desbocado, y yo esquivando los obstáculos solo con mi cuerpo, solo con mi mente.

Siento que me he roto, que me he perdido, que no soy… solo me arrastro como ese cuerpo inerte colgando de un potro asustado. 

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