Yo

No siento vergüenza al contar mi historia, siempre creo haber dejado claro que es mi versión, como yo lo siento.
H leído en varios lugares donde se cataloga a las personas que padecen Trastorno Limite de Personalidad son altamente toxicas, algunos incluso recomiendan alejarse como única opción. Los seres que padecemos TLP, somos humanos y uno de los síntomas más marcados es la intensidad con la que sentimos, con la que vivimos nuestras emociones. Claro que n es fácil enfrentarse con una crisis, ni para el propio TLP ni para los que le rodean. Pero hay actitudes y situaciones que no son excusables pese a verse inmerso en la explosión de una crisis de una persona con trastorno limite.
Mi parte de la historia es larga, pero hay puntos clave que puedo resumir. Mi madre me maltrataba, desde que tengo uso de razón. El primer recuerdo que viene a mi cabeza es a mi madre reprimiendo por algo completamente normal en una cría de esa edad. Mi infancia fue marcada por golpes, insultos, una visión completamente negativa y deformada del mundo y de las relaciones humanas. Mientras vivía las crisis depresivas y suicidas de mi madre, siento testigo mudo también de cómo maltrataba a otros miembros de la familia.
Horas y horas sola en casa, horas y horas educada por la TV, por revistas, libros… dibujando. Recuerdo que tenía una máquina registradora, me encantaba jugar a las tiendas con ella sentada en mi rincón de juego, en la cocina mientras mi madre hacia las cosas de la casa. La máquina registradora sonaba cada vez que se abría… ding, ding… me pasaba minutos abriéndola y cerrándola. Creo que tenia 3 años… mi madre cansada de oírla llego un día y la estampo contra el suelo mientras se hacía pedazos y yo lloraba desconsolada. Era una mala hija, molestaba a mi madre con mis juegos.
No sé como siempre acababa en medio de las discusiones de mis padres, mientras ella me usaba como medida de amenaza. Nos iríamos y mi padre no me volvería a ver, así yo sería feliz… eso decía ella. Y al final siempre acaba igual tras horas amenazando con abandonar la casa junto a mí, yo de madrugada a la cama y al día siguiente colegio. Mientras mama me arropaba me hablaba de lo malos que eran los hombres, de que nunca se debe caer en el error de decirle a un hombre que lo mas, o estarás perdida. Que los amigos no existen, que no se puede contar ni con los de casa. Y me decía que yo no debía de dejarme comprar por mi padre y abandonarla, eso solo lo hacen los malos hijos. Mientras yo solo quería que se marchara, dormir y dejar de oírla. Después llegaron sus depresiones profundas y sus “intentos” de suicidio que eran más bien una manera de llamar la atención. El día que cogió una siga y decía que se ahorcaría en la puerta de mi cuarto no podía parar de llorar, la noche acabo con ella ingresada en psiquiatría y yo medio traumatizada preguntando si mama estaba viva.
Los años pasaron, otra ciudad y otra vida. Mi madre ya no estaba cerca, aunque trataba de mantener su control a través de llamadas telefónicas. Y yo que sentía que nade me quería me refugie en el que por entonces era mi novio. Era una relación adolescente basada en la dependencia y en la idea de que él me salvaría de mi familia, que él siempre me querría. Y él me quería pese a mis enfados, a mi mala leche… a mis tonterías. Pero poco a poco se fue cansando de todo eso y el cansancio se convirtió en violencia. Y los haciéndonos cada vez más y más daño, hasta el punto de irme de mi propia casa porque sentía que me ahogaba. Darnos un tiempo mientras yo creía que si lo dejaba se le acabaría la vida, y al final cuando termino me sentí más libre de lo que me había sentido en mucho tiempo.
Pero era incapaz de cuidarme, había perdido mi único apoyo. La única persona que había en mi mundo. Y pronto apareció alguien que me fue sirviendo al principio de sustituto y se acabo convirtiendo en lo que llamaría por muchos años “el amor de mi vida”, lo mas bonito que había hecho nunca era estar a su lado y estaba completamente convencida. Él era el único, el seria el definitivo y el padre de mis hijos. No importaba que a veces se enfadara, no importara que no aguantara mis explosiones sin explotar más que yo… no importaba aquel día en el que no llevábamos ni un año y se fue todo de madre mientras me pateaba sin parar llamándome puta… no importaban las veces que me llamara gilipollas… si yo era la mala siempre. Me llevaba pasando desde pequeña, mi madre ya me trataba así porque me lo merecía, porque me quería.
El era consciente de mi historia, le fui contando cada uno de mis traumas y mientras me pegaba me decía que lo hacía por ser como mi madre… porque solo sabía hacer daño a los que me amaban. Me recordaba como mi familia me dejo de lado y estaban tranquilos ahora que “el me cuidaba”. Y yo me lo creía y caía al suelo arrodillada, moría en llanto. Le pedía perdón por sacar el monstruo que llevaba dentro, le pedía perdón por hacerle ser así conmigo. Pero hoy veo claro que no hay justificación para sus actos, en lugar de quedarse a criticarme mientras juraba tratar de ayudarme, podría haber decidido irse si no se veía capaz de amarme tal y como era.
Yo fui clara en el primer momento, hable de que creo que no es fácil a convivencia conmigo, de mis dolores y de que perdono cuando me dañan… prometió no hacerme sufrir y rompió cada promesa. Pero a día de hoy yo soy la mala, la traidora, la que ha abandonado una “relación idílica” el tiempo en el que no había violencia, o en el que me callaba por miedo a otra pelea.
No pido que aguanten mis crisis, mis malas maneras cuando pierdo el control. Pero me relaciono con el resto del mundo y no todos deciden tratarme de eso modo, no todos me insultan o golpean cuando no puedo controlar mis emociones. Pese a todo, soy consciente de mis miles de traumas y limitaciones y estoy avanzando y mejorando. Soy más yo, y ya no dependo tanto de la aprobación del mundo.
Soy consciente de que no todo el mundo me ama, pero tampoco todo el mundo me odia. Y a las personas que califican a nuestra personalidad de toxica y no creen que haya lugar en el mundo para nosotros, le diré de nuevo que somos humanos. Yo conozco mis causas, mis limitaciones, mis consecuencias… yo no soy perfecta y cada día pretendo menos serlo.


Yo no me siento víctima del mundo ni de mis circunstancias pese a todo, no me gusta lamentarme demasiado en voz alta. Al revés, pese a mis textos oscuros trato de mostrar siempre que puedo mi mejor cara al mundo. Yo no hago daño de manera consciente. Un trastorno no es un castigo ni para quien lo sufre ni para quien lo observa, un trastorno solo es un modo de ver el mundo y una manera de sentir la vida. Nadie es normal, nadie es anormal. Nadie es un ser toxico o malvado en todo su ser, somos blanco y negro… somos luz y oscuridad. Somos cordura y locura, se llama vida. 

Comentarios

Entradas populares