Poniéndole nombre a lo que me pasa

Lo leyó todo, y yo lo sospechaba. Lo saco todo de contexto y me manipulo a su antojo. Me hizo sentir atroz, una zorra, para variar.




Robo mi intimidad, mis traumas y me los lanzo en la cara, y aun así me pide explicaciones. Mientras trato de formar parte de un mundo que apenas me comprende, casi nunca lo hace. Es fácil cuestionar todo: cuestionar diagnósticos, terapias, sentimientos, opiniones, actos, relaciones, familias... Y todos tratan de amoldarme a sus conveniencias, es el legado de haber sido complaciente y que no sabe decir NO, nunca dice: Basta! Me siento como el protagonista de una novela hacienda esfuerzos por sobrevivir mientras el editor quiere matar su esencia haciéndola historia más digerible, más normal, para que encaje. No soy producto de nadie, ya lo fui de de mi madre mucho tiempo y de un amor, al menos lo que lo llame amor. Siempre odie dar explicaciones, al final toda la vida dándolas. Siempre odie las convenciones, y parece que lucho por ser plana y aburrida para encajar en un mundo absurdo que no me gusta. Un año para que se entienda una sola frase, unas tristes siglas: TLP. Un jodido año donde abrirme y desnudar mi alma se traduce en una jodida pérdida de tiempo. Tengo que luchar en mi cabeza para no llamar al mundo entero Hijo de la gran Puta. Pero empiezo a estar segura de no poner demasiadas expectativas en nadie, mis intentos por avanzar abarcan todas mis fuerzas y mi mente.


 

Supongo que es lo más centrada que puede estar una mente descentrada como la mía. Y aun a trompicones, no deseo detener el avance. Nunca sentí tanta comprensión como en mi terapia y en algunas charlas en la red. Nunca pensé que abrir la oscuridad de mi alma llegase a ser tan productivo para mí. Y lo mejor de todo es que te comprendan y que te hagan sentir cada vez un poco menos loca, un poco menos “fuera de lugar”.

 

Creía que nadie sería capaz de lograr eso, ni yo misma. No paro de caer, peo pese a la sensación de no tener más fuerzas, parece que sigo levantándome una y otra vez. Quizás no del modo adecuado siempre, pero lo estoy intentando con más fuerza que nunca. Es la primera vez que me importa mejorar mi vida, que me importo a mí misma. La terapia dejo de no tener sentido hace muchos meses, la medicación empieza a darme menos miedo, el mundo quizás empiece a ser más amable. Aunque no siempre lo vea, hay pequeños y grandes cambios que marcan la diferencia. Todo va despacio, pero ya no es un desagüe atascad de mierda. Las cosas, más o menos, fluyen y la vida quizás empiece a cobrar algún sentido.



Hay momentos en los que ya no odio tanto mi TLP, hay ratos que me detesto por completo. Pero la vida, conmigo o sin mí, sigue. De momento, sigo luchando sin muchas ganas, pero la falta de expectativas puede que ahora ayude. Todo pesa un poco menos, incluso la vida.

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